miércoles, 28 de abril de 2010

La dieta de los mayores

Es difícil dar criterios claros de requerimientos nutricionales en un colectivo tan dispar como es el sujeto mayor de 50 años, debido a que se agrupa a personas de muy diversa condición física, desde personas con muy buena calidad de vida y una actividad física importante (participantes en deportes como veteranos), hasta personas seriamente discapacitadas.


Podemos decir que la madurez comienza cuando se produce un 60% de los cambios debidos a la edad biológica: En este sentido, existe una disminución de la masa celular activa, del consumo máximo de oxígeno de la tasa metabólica basal, del agua corporal total, de la masa ósea, de la actividad enzimática y hormonal y de la respuesta inmune.

Algunos de estos cambios afectan especialmente a los aspectos nutritivos. De este modo, la disminución de papilas gustativas, la menor percepción de sabores y los problemas dentales hacen que la comida sea menos placentera. La menor producción de ácido clorhídrico, los cambios en la función renal y la menor capacidad de digestión, afectan a la absorción y digestión de los alimentos. Finalmente la menor sensación de apetito y la menor tasa metabólica basal, colaboran a la anorexia y desnutrición. Los estados carenciales de distintos nutrientes son mas frecuentes en las personas mayores. Estos problemas nutricionales pueden dar lugar a alteraciones orgánicas derivadas del déficit de dichos nutrientes, como pueden ser alteraciones de tipo inmunológico (los anticuerpos se elaboran en el organismo a partir de las proteínas) favoreciéndose enfermedades infecciosas.

Es frecuente que las personas mayores presenten diversas enfermedades crónicas que pueden influir en el estado nutricional, como diabetes, insuficiencia cardiaca, insuficiencia respiratoria, hipertensión arterial, osteoporosis, depresión, etc. Asimismo pueden presentar pérdida de gusto , pérdida de la agudeza olfatoria, deterioro de la función masticadora (a veces con dentadura postiza), disfagia. disminución de la secreción salivar, insuficiencia pancreática en muchos casos, estreñimiento, reducción de la motilidad intestinal, etc.

CAMBIOS EN LA FUNCION GASTROINTESTINAL CON LA EDAD

Boca
Se mantiene la salivación, pero disminuyen los sentidos del gusto y olfato

Estómago
Pocos cambios (la secreción gástrica es normal y no cambia la secreción de pepsina)
Aumenta la prevalencia de infección por Heliobacter pylori.
Aumenta el tiempo de vaciado gástrico para líquidos, no para sólidos

Intestino Delgado
Probable disminución de la absorción de calcio

Páncreas
Disminuye la secreción de enzimas

Flujo esplácnico
Disminuye con el envejecimiento

Motilidad gastrointestinal
El tránsito intestinal puede enlentecerse

Algunos hábitos inadecuados, son especialmente contraproducentes en estas edades, así la ingesta de alcohol aumenta las necesidades de vitamina B, magnesio y cinc y reduce la masa ósea. El tabaco puede producir desnutrición principalmente al disminuir el apetito, pero también al aumentar las necesidades de determinados nutrientes, como por ejemplo la vitamina C, se ha descrito como los fumadores tienen unas necesidades de esta vitamina hasta 60 veces mayores que los no fumadores.

RECOMENDACIONES NUTRICIONALES

En términos generales, disminuyen las necesidades energéticas totales pero se mantienen los requerimientos de vitaminas y minerales.

Proteínas: 1,0 - 1,25 g/kg peso /día (Gariballa y Sinclair, 1998).

Grasas: El National Research Council (1991) aconseja que la ingesta media de w-6 no supere el 10% de las calorías totales, que la cantidad de w-3 sea del 10-25% del ácido linoléico y que la ingesta media de colesterol no supere los 300 mg/día. En el caso concreto de los ácidos grasos esenciales es importante considerar (como en el resto de la población) la importancia del ácido graso poliinsaturado, docosahexaenoico (DHA), muy deficitario en la alimentación actual en todas las edades. La realización de actividad física no precisa aumento de la ingesta de grasas

Carbohidratos: Deben proporcionar la mayoría de la energía, aunque aumenta la intolerancia a algunos de ellos (lactosa...). En los que realizan actividad física, el aumento de necesidades de energía total se debe compensar con un aumento en la ingesta de carbohidratos.

Fibra: Alrededor de 15-25 g/1000 kcal (Kritchevsky, 1989). La realización de actividad física, en general, no incrementa las necesidades de fibra.

Vitaminas

La RDA para la vitamina A es adecuada para este colectivo e incluso, excesiva ya que la depuración de esta vitamina es ineficaz al aumentar la edad, por lo que son más propensos a la intoxicación cuando toman suplementos (Russell, 1992). La realización de actividad física, en general, no incrementa las necesidades de esta vitamina.
La RDA para la vitamina E es suficiente, aunque hay una cierta controversia sobre la necesidad de suplementar a los mayores con 800 mg/día durante un mes si hay patologías características de la vejez tales como cataratas seniles (Taylor, 1993), enfermedades cardiovasculares, cáncer e inmunidad (Lamon-Fava y cols., 1994). La realización de actividad física incrementa en un 20% las necesidades de esta vitamina
La RDA para la vitamina D, es demasiado baja para mantener concentraciones adecuadas en suero de la hormona paratiroidea y para garantizar un buen estado óseo. Se aconseja una administración de un suplemento de 10 mg/día para aquellos que están poco expuestos a la luz solar (Russell y Suter, 1993). La realización de actividad física, en general, no incrementa las necesidades de esta vitamina
La RDA para la vitamina C es de 60 mg/día, no se ha demostrado que una suplementación adicional pueda tener efectos beneficiosos sobre el envejecimiento y por tanto, este valor se considera adecuado (Podrabsky, 1995 ). No obstante junto con otras vitaminas antioxidantes como la A y la E se ha podido demostrar que con niveles de vitamina C en plasma de 90 mmol/L se tiene menos posibilidades de desarrollar cataratas que con valores de 40 mmol/L. El problema radica en que para mantener estos valores se requieren dosis de hasta 500 mg/día y esa cantidad por si misma es capaz de aumentar la formación de productos indeseables o como sugiere Hoffman (1993) contribuir a la formación de cálculos de oxalato y obstaculizar la absorción de la vitamina B12. La realización de actividad física incrementa en un 40% las necesidades de esta vitamina
La RDA de la vitamina B1 es suficiente para este colectivo. La realización de actividad física incrementa en un 40% las necesidades de esta vitamina
La RDA de la vitamina B2 debe ser igualada con las del adulto joven, ya que más que el envejecimiento, es la composición en macronutrientes de la dieta, el factor que influye en los requerimientos de esta vitamina. Se ha podido demostrar que dietas con un elevado contenido en hidratos de carbono disminuyen los requerimientos en esta vitamina (Boisvert y cols., 1993). La realización de actividad física incrementa en un 20% las necesidades de esta vitamina
La RDA de la vitamina B6 es suficiente, también, para este colectivo. La realización de actividad física incrementa en un 30% las necesidades de esta vitamina
La ingesta de vitamina B12 suele ser deficiente, lo que junto a la alta prevalencia de gastritis atrófica en este tipo de población, hace conveniente aumentar los requerimientos en esta vitamina a un valor de 2,4 mg/día. La realización de actividad física incrementa en un 20% las necesidades de esta vitamina
Las necesidades de ácido fólico aumentan hasta 400 mg/día (el doble de las RDA). La realización de actividad física incrementa en un 20% las necesidades de esta vitamina


Minerales


En cuanto al Calcio, las actuales recomendaciones para este elemento son demasiado bajas y distintos organismos internacionales la consideran insuficientes y aconsejan ingestas de calcio de 1500 mg/día ( Murray, 1996) ya que en los últimos años un gran número de estudios realizados con suplementación de calcio en personas mayores han demostrado un efecto preventivo sobre la perdida de masa ósea y sobre el riesgo de fracturas osteoporóticas ( Devine y cols., 1997). Debido a que la ingesta de leche puede no ser suficiente (intolerancia a la lactosa), puede ser conveniente considerar una suplementación. En relación con la actividad física, la suplementación es clara, ya que hay que alcanzar los 1800 mg/día. Las RDA del Magnesio están cifradas en 350 mg/día para hombres y 280 mg/día para mujeres. Según Wood y cols. (1995) y Bates y cols. (1999) se consideran demasiado elevadas y aunque es frecuente encontrar ingestas deficitarias en este mineral no parece que estén relacionadas con un bajo status en Mg. A pesar de esto en la actualidad se ha propuesto una DRI de 420 mg/día y 320 mg/día para hombre y mujer respectivamente. En relación con la actividad física no está justificada una suplementación.
La ingesta recomendada de hierro se considera adecuada (Ausman y Russell, 1994) y las anemias descritas en ancianos generalmente no son debidas a una deficiencia en este elemento, sino que pueden ser producidas también por deficiencias nutricionales en vitaminas del grupo B, vitamina A, cobre (Mertz y cols. , 1989;) y por determinadas condiciones patológicas no relacionadas con la nutrición tales como pérdidas importantes de sangre en enfermedades crónicas, así como por la presencia de hipo/aclorhidria que disminuye la absorción de este mineral (Fairbanks, 1994). Si se realiza una actividad física hay que evaluar la ferritina en sangre para evitar el desarrollo de anemias ferropénicas. Los minerales selenio, cinc y cobre tienen gran relación con los procesos de oxidación y envejecimiento (el selenio forma parte de la glutatiónperoxidasa, y el cinc y el cobre de la superóxidodismutasa; estas enzimas, junto con la catalasa, protegen contra el daño celular, causado por dichos radicales libres (Olivieri y cols., 1994)). No obstante no está demostrada una necesidad de suplementación en relación con la actividad física.

Con respecto a elementos trazas tales como Cr, Mn, Fl, Cu y Co no se conoce suficientemente el papel que desempeñan por razones tales como su reciente descubrimiento como esenciales, la dificultad de poner de manifiesto el efecto de una deficiencia en la dieta y por último el hecho de que la utilización de uno de ello puede estar afectada por la cantidad presente de los otros (Gariballa y Sinclair, 1998).

Diversos grupos están investigando el efecto de la suplementación en la dieta con alimentos ricos en antioxidantes naturales (flavonoides) como preparados a base de zumos de arándanos, frambuesa, uva negra etc.


BIBLIOGRAFIA

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